Llega el verano sinónimo de playa y sol, debemos ser conscientes de que aunque no estemos directamente expuestos a él, siempre en esta época del año se hace necesario aumentar el cuidado y la protección de nuestra piel frente a la radiación solar.
El sol es imprescindible para la vida, y en el ser humano es necesario para la síntesis de la vitamina D, favorece la circulación sanguínea y mejora algunas enfermedades de la piel. También es conocido su efecto en la producción de neurotransmisores, sustancias químicas que facilitan la actividad de las neuronas. Sin embargo, no debemos olvidar los potenciales efectos negativos producidos por la exposición intensa (quemaduras de la piel y lesiones oculares) o por la exposición crónica al sol (envejecimiento, manchas y lesiones cutáneas y el cáncer de piel). Son especialmente nocivas las exposiciones sin protección en las edades infantiles y jóvenes, claramente relacionadas con el riesgo de aparición del melanoma (cáncer de piel).
La piel y el sol
La piel del ser humano cuenta con la producción de melanina, una sustancia que impide que las radiaciones solares más perjudiciales penetren en la piel. La melanina es la que da el color moreno a la piel y su producción se estimula por el efecto del sol o por productos químicos.
Todos tenemos una capacidad de adaptación al sol. Éste es nuestro fototipo. Cuanto más pequeña sea esta capacidad (tienen menos las personas de piel clara, o las personas pelirrojas), más reducida será la capacidad de resistir al sol. Por tanto, la respuesta a una misma radiación será diferente según el individuo que la reciba.
¿Cómo protegernos del sol?
Utilizando prendas de vestir (preferiblemente de color claro y de fibra natural) y sombreros o gorras, en las zonas de piel expuestas directamente al sol, utilizar cremas de protección solar aplicadas media hora antes de la exposición y repitiendo su aplicación cada 2 horas.
Protectores solares
Las cremas de protección solar contienen sustancias que actúan como filtros solares, reduciendo la cantidad de rayos que penetran en la piel, evitando las quemaduras y los cambios degenerativos de la piel.
Según cómo actúen los filtros pueden ser físicos o químicos.
Filtros físicos: son sustancias impermeables a la radiación solar, que crean una pantalla en las zonas donde se ha aplicado y refleja la luz. Impiden el paso de los tres tipo de radiaciones: rayos UV(ultravioleta), visibles e IR (infrarrojos).
Filtros químicos: absorben la radiación solar UV.
¿Qué es el factor de protección solar?
El FPS (factor de protección solar) es un número que mide cuantas veces más se puede estar expuesto al sol para producir el mismo enrojecimiento o eritema que si no se hubiera utilizado la crema de protección solar. Es decir, que si para que la piel no se empiece a poner roja, el primer día que tomamos el sol debemos estar 10 minutos, utilizando una crema de FPS número 5, se tardarán 50 minutos. El FPS nos indica el tiempo que podemos exponernos al sol sin riesgo de quemaduras. Cuánto más alto es el FPS, más alta es la protección de los rayos solares.
¿Cómo elegir un protector solar?
El primer criterio a tener en cuenta es nuestro fototipo, según el color de nuestra piel, pelo y ojos necesitaremos más o menos protección a la hora de exponernos al sol. También es importante la edad, los niños necesitan una protección diferente a la de los adultos. Estos dos puntos son los necesarios para obtener un bronceado bonito, duradero y saludable. Los siguientes pasos en la elección sólo se rigen por los gustos personales de cada uno, pero en caso de duda es mejor dejarse aconsejar por expertos dermatólogos y farmacéuticos.
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